1 de junio

Lo de la memoria histórica, tal y como sirve ahora de caladero de votos socialdemócratas y de pieza de desgaste contra la derecha, puede servirme para despotricar en una charla en el bar, para que se me suba la adrenalina cuando oigo hablar del tema (últimamente a todas horas, tras tanto silencio) en la radio o en la televisión, pero no para dedicarle tres meses de mi vida.

Diarios: A ratos perdidos 3 y 4, Rafael Chirbes
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28 de mayo

El gobierno supuestamente progresista quiere sacar adelante una ley que impida la sobrevaloración de solares rústicos que se convierten en urbanos. Asegura que es una medida de corte social, encaminada a abaratar los precios de la vivienda (solares más baratos, bla, bla, bla…) cuando el efecto será que los constructores consigan solares de forma aún más ventajosa, obligando a los antiguos propietarios a vender a precios irrisorios. Ellos venderán los pisos al precio que quieran.

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19 de mayo

En los tiempos que corren resulta muy estimulante encontrase con una buena persona. No es fácil, no abundan.

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18 de mayo

Los recientes ensanches cuya filosofía consiste en que el Ayuntamiento construye lo que ahora se llaman iconos (Palacio de Congresos, Ciudad de las Artes) y los pone a disposición del constructor para que, en su entorno, levante una urbanización que multiplique sus plusvalías.

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15 de mayo

Eso que llamamos Occidente, o sea, el Capitalismo, ha lavado su cara con más esmero [que el Comunismo], pero que no se olvide que necesitó de montañas de cadáveres (sigue produciéndolos: África y el coltán, Oriente Medio y el petróleo…)

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9 de mayo

La levedad, la intrascendencia de los días escapándose. Como si quedara todo el tiempo del mundo por delante. Irse sin dejar nada sólido. Qué suerte tiene el que hace trabajos que se ven, que se sostienen y tocan: sillas, casas, puentes, edificios. Toda la vida tirada detrás de algo que se me ha ido. Tampoco es tan grave. He encontrado un sentido. A lo mejor no está tan mal no dar importancia a lo que se dejó en el camino, no tomarse uno mismo demasiado en serio: he vivido libre, he conocido una cantidad más que razonable de gente, de cuidados y paisajes, he leído muchos libros y visto muchos cuadros. Ça suffit. El mundo se nublaría con un nubarrón demasiado espeso si los cinco mil millones de personas nos empeñáramos en hacer obras duraderas, los cinco mil y pico millones de hoy, los siete mil de dentro de unos años, los quinientos de hace dos mil. Pero es así, y aquí estamos, los cinco mil millones pensando en nuestro dolor de vientes, en nuestro horario de trabajo, en si la novia/o nos quiere, o no nos quiere, en si conseguiremos tirarnos a la vecina/o esta noche. Difícil que no desafine esta descomunal orquesta atribulada por los asuntos de cada quien. ¿Cómo no va a cubrir el cielo una inmensa nube negra? Cuánta emisión de energía: el hormiguero humano en eterna aspiración a individualizar a cada miembro, el absoluto como objetivo de cada hormiga.

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6 de mayo

La historia se ha vuelto invisible, y se expresa de una manera esquinada, que no parece dejar huellas colectivas: las grandes empresas convierten en casos clínicos lo que ayer mismo aún eran problemas sociales: a la explotación laboral, y al descontento que genera en las víctimas, se los filetea en lonchas cada vez más abundantes y finas, que se llaman inadaptación, mobbing, desmotivación, síndrome posvacacional, depresión del lunes… Cada uno cree sufrir las consecuencias de una enfermedad propia, su catastrófica experiencia única. No se siente pieza de un asunto colectivo. Para dejar constancia de su excepcionalidad, la gente graba en vídeo todo lo que hace: excursiones, bodas, comuniones, polvos, reuniones. Necesitarían media docena de vidas para volver a los vídeos que han grabado porque, en realidad, han grabado su vida entera. Todo el mundo quiere documentar su paso por el mundo (¿qué otra cosa estoy haciendo en este momento?), pero documentarlo como excepción (ningún niño tan guapo como el suyo, ninguna mujer tan simpática como la que se casó con él, ninguna boda tan bien servida), cuando sabemos (o hemos sabido hasta no hace tanto) que no hay más historia que la que encuentra su eco en la colectividad; todos los niños se parecen, y las esposas, y los banquetes de boda son idénticos según la tarifa que escojas

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¿Casa?

El ambiente de nuestra casa era el de una morgue. La pena de mi madre era primitiva y apabullante: devoraba todo el oxígeno del aire. Una intensa sensación de embotamiento se apoderaba de mi cabeza y de mi cuerpo cada vez que volvía al apartamento. Ninguno de nosotros -ni mi hermano, ni yo, ni mucho menos mi madre- encontraba consuelo en los otros. Sólo nos hallábaos en un exilio común, atrapados en un pesar compartido.

Apegos feroces, Vivian Gornick

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Crecer sintiéndose completa

Lo único que siempre había querido era que mi madre se sintiera feliz de estar viva en mi presencia. Sigo convencida de que si lo hubiera hecho, yo habría crecido sintiéndome completa.

La mujer singular y la ciudad, Vivian Gornick

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21 de marzo

No molestar a nadie, no depender de nadie: todo eso formaba parte de la panoplia de viejos valores de las clases bajas, formas en las que se mezclaba a partes iguales la modestia (la sensación de no merecer el sacrificio de nadie) y el orgullo (guardar la libertad de ser tú mismo, no quedar en las improbables manos de otros; ah, y no dar pena).

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